Aída Gómez vista por ella misma

13 2012 Dic
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La bailarina ofrece en el teatro Zorrilla una clase magistral a jóvenes alumnas de danza.

«¡Estoy encantada de estar con gente tan chica!» La coreógrafa madrileña Aída Gómez inauguró con su espectáculo ‘Carmen’ los nuevos tiempos del teatro Zorrilla tras su larga remodelación. Y ayer abrió también una nueva fórmula para acercar a los grandes artistas a los que aspiran a seguir sus pasos. Gómez, acompañada de los bailarines Christian Lozano y Eduardo Guerrero, ofreció una clase magistral en el mismo escenario, abarrotado de jóvenes alumnos (casi todas niñas) de las escuelas de danza Bailarte y Castilla.

Dueña de un verbo tan activo y racial como su forma de bailar, Aída Gómez se olvidó de que en 48 horas parte de gira hacia Rusia con su compañía y se entregó a múltiples reflexiones sobre lo que supone iniciar una carrera en el mundo de la danza, ese «mundo de locos en el que las cabezas tienen que estar muy bien amuebladas». Ante la excitación inevitable de su joven auditorio, la sesión arrancó con una farruca, una pequeña pieza que interpretaron a dúo Guerrero y Lozano, con evocaciones de tango argentino de corte decadente. No importaba el vestuario ‘de faena’ de los bailarines, ya que sus movimientos, unidos a la música del maestro Juan Parrilla (habitual de las piezas de Aída pero también de artistas como Joaquín Cortés), bastó para hipnotizar a un público entregado desde el principio. «Es que el maestro Parrilla nos hace la música como si fuera un traje a medida y eso es lo que te motiva a coreografiar», continuó la madrileña.

Con 38 de sus 45 años dedicados a la danza, Aida Gómez recordó a las pequeñas que «el trabajo no te lo traen a casa, y eso hay que tenerlo claro desde pequeños». Con una brillante carrera, en la que ha recorrido el mundo y ha sido figura en el Ballet Nacional de España (del que se retiró al cumplir los 30 años), Aída insistió una y otra vez en la importancia capital de la base. «Ya sé que todas queréis empezar con el flamenco porque es más divertido y se una más», les advirtió antes de invitar a alumnas y profesoras a disfrutar de un vídeo de unos 20 minutos sobre ‘Adalí’, su último espectáculo que apenas tiene seis meses de vida. Por la pantalla, los tres protagonistas de carne y hueso desfilan con deliciosas coreografías en las que formas del flamenco clásico se dan la mano con originales pasos de baile. «¿Os dais cuenta del sacrificio que es bailar bien? ¿Creéis que se puede componer un espectáculo como ‘Adalí’ sin la base?»… «Imposible ser alguien en esto sin pasar por la barra todos los días», insistió vehemente.

Hay que ‘romper’

Pero, hoy día, ni siquiera el trabajo es suficiente para llegar. Cuando Aída Gómez empezó, la danza apenas tenía sitio en las artes escénicas. Casi cuatro décadas después, ha habido una eclosión de compañías y escuelas con cientos de aspirantes a llegar a los escenarios. «Tenéis que saber que hay mucha gente bien preparada pero no ‘rompiendo’ y eso solo se logra bailando con el corazón y no dejar de soñar para no pasar de puntillas por los sentimientos».

«¿Y cuántas veces repites un pase de baile?», preguntó inocente la primera pequeña que se atrevió a levantar la mano. Tras la sonrisa, Aída Gómez aprovechó para confesar que solo una vocación «obsesiva» ha salvado su carrera. Su cuerpo, todavía nervudo y enjuto (apenas 45 kilos), casi de gimnasta, esconde una escoliosis (curvatura) en la espalda que habría acabado con la carrera de cualquiera. «El baile es una terapia de mi dificultad y me gasto más en fisioterapeutas que en cualquier otra cosa», confesó a las niñas. Para entonces, una hora de charla en la que la barrera del escenario había desaparecido, muchas manos querían saber más cosas de una vida como la suya. «Yo también espero contar algún día cómo me hice artista», prometía una pequeña a sus compañeras. También Aída anunciaba sus «ganas de venir más a Valladolid más».

 

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